Queridos amigos españoleros, ¿conocéis la historia del espejo chino? Es una historia muy bonita sobre cómo a veces interpretamos la realidad de una forma errónea. Así que si queréis aprender español escuchando y aprender de esta bonita historia, quedaos a ver este vídeo hasta el final.
Vamos a empezar, como siempre, con nuestro mantra particular: Yo hablo español, yo hablo español, yo hablo español.
Amigos, ya sé que a muchos de vosotros os encantan las historias, porque me lo habéis dicho muchas veces y hace ya muchos vídeos que no hacemos ninguna historia. Así que hoy he encontrado una muy bonita, porque nos hace pensar y nos hace reflexionar sobre la vida.
Tengo que deciros que uno de mis temas favoritos, uno de los temas que a mí más me apasionan, son los temas que tienen que ver con el crecimiento personal, con la evolución del hombre como persona. Y os voy a decir una frase que decimos en español: “Estos temas me pirran”. Os dejo aquí esta frase. Estos temas me pirran. Quiere decir que me encantan, que me encantan a un nivel máximo y que podría estar horas y horas leyendo sobre ese tema, escuchando esos temas. Si a vosotros también os gusta o a alguno de vosotros le gustan estos temas tanto como a mí, por favor que me lo deje escrito en los comentarios, porque quizás si sois muchos de vosotros, quizá podamos hablar de todos estos temas en futuros vídeos. Es una forma de hablar de algo que te gusta y a la vez aprender un idioma. Yo creo que merece totalmente la pena.
¡Madre mía! ¡Cómo me acabo de enrollar antes! Así que ya voy a pasar directamente a contaros este cuento, pero antes, si os tengo que decir que os suscribais, si aún no lo habéis hecho, porque vienen cosas muy interesantes y nuestra historia del espejo chino trata de lo siguiente:
Había una vez un campesino chino, chino, por esto es la historia del espejo chino, porque la historia se desarrolla en China. Pues este hombre, este campesino chino, vivía en una aldea junto con su esposa y su suegra, es decir, la madre de su mujer. Estos campesinos se ganaban la vida, es decir, trabajaban en la producción de arroz.
Normalmente, cuando ya habían conseguido recolectar una buena parte de su arroz, el hombre, el campesino, se iba a la ciudad a venderlo en el mercado. Un día su mujer decidió aprovechar el viaje de su marido a la ciudad para vender el arroz, para encargarle un peine. Ella necesitaba un peine y así se lo hizo saber a su marido para que, aprovechando como ya he dicho, que iba a vender la mercancía en el mercado, a la vuelta le trajese su tan ansiado peine, cosa que ella necesitaba bastante.
El hombre se fue a la ciudad y vendió su cosecha, y estaba tan contento que se encontró a unos amigos y decidió celebrarlo con ellos. Tanto lo celebraron que bebieron y bebieron, y el hombre, pues estaba ya un poquito borracho. Entonces llegó la hora de ir a la tienda a comprar lo que su mujer le había encargado. Pero como no se encontraba muy bien porque había bebido mucho con los amigos, no se acordaba realmente de lo que su mujer, de lo que su esposa le había dicho.
Entonces, mirando en la tienda, viendo todos los objetos bonitos que allí había, hubo uno de ellos que le llamó especialmente la atención y era un espejo muy bonito, primorosamente labrado y decorado, y como tanto le gustó, decidió llevárselo a su mujer. La mujer ansiaba la llegada de su marido porque por fin podría tener en su mano ese peine que tanto necesitaba y con el que se iba a hacer un bonito peinado para la cena.
Cuál fue su sorpresa cuando el marido no le entregó un peine, sino que en su lugar le entregó un hermoso espejo. El marido se lo dejó en casa y salió a la calle. La mujer cogió el espejo, se miró y empezó a llorar y a llorar y a llorar desconsolada. Su madre, que estaba por allí, le dijo:
– Hija mía, no llores tanto, ya te traerá el peine otro día.
La hija entregó el espejo a su madre y le dijo:
– No lloro porque mi marido no me ha comprado el peine. Lloro porque en su lugar me ha traído a otra mujer, una mujer hermosa, joven y bella. Y eso es realmente por lo que estoy tan triste y enfadada.
Entonces la madre miró el espejo y empezó a reírse y le dijo:
– Hija mía, no tienes porqué preocuparte. Te ha traído una mujer muy fea y muy vieja.
Para entender este cuento tenemos que pensar que ninguno de los personajes se había visto nunca reflejado en un espejo. Y en segundo lugar, la esposa no sabía comprender o no podía reconocer que la joven bella y hermosa era ella. Asimismo, la madre tampoco sabía o no comprendía que la señora fea y vieja en realidad también era ella.
Este cuento me ha hecho mucho comprender cómo nosotros mismos interpretamos a veces nuestra propia realidad.
Contadme qué os ha sugerido a vosotros en los comentarios y si este vídeo os ha gustado, me encantaría que le dieseis a me gusta. No olvides suscribiros al canal, como siempre digo y nos vemos aquí en futuros vídeos de español y olé. Un besito y hasta muy pronto amigos. Adiós.